Max Ortiz, es mexicano, vive en Suecia y es el creador de la prótesis de mano que se convierte en una extensión propia del cuerpo, a través de la osteointerrogación, o lo que es igual se conecta directamente al hueso mediante un implante de titanio y gracias a la neuronal y las uniones musculares se consigue un control robusto e intuitivo de la extremidad.
Gracias al sistema de electrodos que están conectados en los músculos y los nervios se obtiene una señal estable de las peticiones cerebrales, lo que permite un control preciso como el manejo de un huevo sin romper. También proporciona sensaciones como si se tratara de una mano real.
La primera persona en probarlo a sido Magnus, un paciente con un brazo amputado por encima del codo, y gracias a estos avances ha podido desarrollar una vida normal en el trabajo, volviendo a realizar su actividad antes del accidente, operador de maquinaria pesada en la frontera entre Suecia y Finlandia, e incluso, manipular un huevo sin romperlo.
El dispositivo consta de dos partes: la primera parte requiere cirugía para poder incrustar una pieza de titanio en el hueso y conectar un sistema de control a los músculos y los nervios. La segunda corresponde con una prótesis removible, manteniendo una conexión mecánica con el hueso y una conexión eléctrica con los electrodos implantados, este componente robótico puede ser retirado, por lo que el paciente puede mojarse.
Alrededor de 400 personas en todo el mundo ya tienen un implante de titanio, pero sólo dos cuentan con el sistema de electrodos implantados en los nervios y músculos, se espera que durante este año más de diez pacientes puedan disfrutar del sistema de control neuronal.
El problema es que el implante de titanio para anclar la prótesis al hueso sólo está disponible en Europa, Australia, Chile y Estados Unidos, aunque ya se están buscando acuerdos para desarrollarlo en otros países como México.
La investigación se llevó a cabo en la Universidad Tecnológica de Chalmers en Gotemburgo, Suecia, en colaboración con el Hospital Universitario de Sahlgrenska, y la compañía de implantes llamada Integrum AB, que trabaja con las prótesis de anclaje óseo.
La tecnología de osteointegración pone fin a problemas de inflamación, el roce y el malestar que causa una prótesis convencional que » presionan fuertemente el muñón y no es cómodo». Sin embargo, con la nueva técnica «al tener una conexión directa con el hueso y ningún componente que perturbe la piel, la calidad de vida se incrementa considerablemente».
«Nuestro objetivo es hacer una tecnología que la gente pueda utilizar en sus actividades diarias, y nos gustaría que se convirtiera en un tratamiento estándar para cada amputación. Así, los precios disminuirían» concluye el doctor Ortiz.
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