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Las zancadillas que nos pone la mente

Nuestras emociones muchas veces pueden influir en la forma que tenemos de actuar ante la vida. Disponer de un tipo de esquemas cognitivos u otros puede afectar negativamente en cómo percibimos el mundo que nos rodea. Razonamientos como «no podré aprobar el examen de conducir», «me he quedado sin trabajo, no volveré a encontrar otro» o «debería haber estudiado más», son afirmaciones que repetimos a menudo y que desconocemos el daño que hacen a nuestra autoestima. En Psicología este conjunto de pensamientos negativos se conoce con el nombre de distorsiones cognitivas.

Las distorsiones cognitivas son una serie dereflexiones equivocadas que nos hace interpretar los hechos erróneamente. «Se cree firmemente en ellas, a pesar de que en un análisis lógico, se vería que son absurdas», aclara José Antonio Portellano Pérez, psicólogo clínico y profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid.

A su vez, generan múltiples consecuencias negativas: alteraciones emocionales como resultado de la perjudicial creencia en los pensamientos negativos; conflictos en las relaciones con los demás debido a esas interpretaciones erróneas; o en la manera de ver la vida dando lugar a una visión simplista y negativa. Raimon Gaja Jaumeandreu, especialista en psicología clínica y fundador y director del Instituto Superior de Estudios Psicológicos, asegura que «vivir con estréspuede tener repercusiones en la salud, y cambiar estos pensamientos te permite vivir de una forma más relajada».

El problema principal es que muchas veces asumimos que nuestras ideas son verdades absolutas. Pero existe una realidad más objetiva y justa, independiente de la perspectiva de cada individuo. La equivocación se debe a que algunas personas interiorizan que las emociones que experimentan o sienten son un reflejo exacto de la realidad, y no es así. «Cualquier persona puede tener sentimientos de infravaloración o dudas acerca de sus capacidades, y en ocasiones se anticipa el fracaso, empleando esquemas de acción negativos», sostiene Portellano.

«Las personas con baja autoestima, un escaso desarrollo de sus habilidades sociales o con tendencia depresivas tienen más facilidad para desarrollar distorsiones cognitivas», explica.

A pesar de esto, no se nace con este tipo de razonamientos. «Las experiencias vitales negativas pueden provocar e incrementar la tendencia al pensamiento polarizado, del tipo ‘todo’ o ‘nada’ «, afirma. Incluso, hay individuos que no presentan estos problemas, o que los sufren en menor medida. «Todo se aprende en función de valores como la cultura, la educación, y los padres que son los que transmiten estas ideas. Existen padres más competitivos y otros más relajados, y esto se refleja en la actitud posterior de los hijos», dice Gaja.

Estas reflexiones negativas se pueden eliminar. Aunque en las personas con unas creencias arraigadas, se tardará más tiempo, ya que llevan la mayor parte de su vida conviviendo con estas reflexiones. «A un niño de 10 años se le puede convencer más rápidamente que a una persona que ya sea mayor», expone Gaja.

El ‘remedio’ sería la terapia cognitiva, cuyo objetivo es reeducar la mente para erradicar estas afirmaciones que el único resultado que tienen es perturbar psicológicamente a la persona. «Si en lugar de pensar en desgracias, pienso que me tocará la lotería o que ganará mi equipo, seré más feliz», sostiene.

«Vivimos en una sociedad muy exigente, cada vez más competitiva y al mismo tiempo en un momento de crisis laboral, social y de redefinición de valores», explica Portellano. Ante las situaciones de incertidumbre, aumenta el malestar psicológico, que afecta más fácilmente a las personas más vulnerables o en situación de mayor riesgo. Por ello, la misma situación uno la vive de una forma más trágica o dramática, mientras que otro la percibe de una forma más positiva. «La finalidad es hacer que estos pacientes vean el mundo de forma distinta y darles alternativas», aclara Gaja.

En estos casos, los psicólogos deben de hacer de ‘traductores de la realidad’. Gaja asegura que «el 90% de nuestros pacientes vienen por problemas de pensamiento». En muchas ocasiones las preocupaciones del paciente no son reales, ya que los problemas a los que se enfrenta en su vida no son tan graves como él piensa. Otro de los motivos es la imposibilidad de algunas personas de adaptarse a los cambios en sus situaciones personales. «Muchas personas han conseguido éxitos después del fracaso. Quien fracasa más, es el que más lo intenta», afirma.

«Las distorsiones más habituales que vemos son adivinar y anticipar acontecimientos», dice. Uno de los ejemplos más comunes sería no presentarse a un examen por pensar que se va a suspender, o no ir a una cita por pronosticar que será rechazado por la otra persona. «Una distorsión muy frecuente es el pensar ‘no me quieren'», expone.

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