Un parto puede adelantarse o retrasarse hasta dos o tres semanas con respecto a la estimación prevista. Esto crea una ventana de más de un mes que puede suponer un estrés para la madre y que dificulta los preparativos. Un nuevo estudio indica que una prueba rutinaria en la que se mide la longitud del cuello del útero puede ayudar a estrechar esa ventana a siete días desde el momento en el que se realiza el test.
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