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Javier tiene 20 años y el 29 de diciembre del 2015 tuvo un accidente con su bicicleta que le produjo una importante lesión que le mantiene desde entonces en una silla de rueda.
Mientras hacia la rehabilitación en el hospital de Cruces, ya que vive en Navarridas (Rioja) y estudiaba un grado en Vitoria, le garantizaron que obtendría la minusvalía debido a su juventud, al accidente y como consecuencia pasar a ser PMR.
El problema viene porque cuando entrego los informes necesarios el 25 de enero, en la diputación para empezar a trasmitir su minusvalía, en la diputación le rechazan concedérsela, y desde bienestar social aseguran que deben esperar un mínimo de 6 meses para saber el diagnostico final de Javier y una vez obtenido, ya empezar a mover los papeles para la obtención del certificado de discapacidad, pero los médicos del hospital de Osakidetza (Vitoria) le han asegurado ya varias veces que debe acostumbrarse a vivir en una silla de ruedas, al final tras reclamar le dieron cita el 30 de Junio, y tras volver a poner otra queja ya que no es normal tanto tiempo de espera, logro que se lo adelantaran un día.
Su madre María Jesús teme que la valoración final se pueda prolongar otros tantos meses más, y al final que pase 1 año desde el accidente y que todavía no tenga el certificado que le ayudaría a poder seguir haciendo una vida más normal. “Yo no estoy pidiendo dinero, sino sólo un papel para que mi hijo pueda seguir con su vida“, lamenta que, en este caso, la burocracia esté por encima de los derechos y de la lógica, encontrándose así con un vacio legal que se produce precisamente en el periodo que más ayuda necesita una persona tras un accidente: el periodo de adaptación.
Al igual que tampoco entienden cómo es posible que ni un solo autobús de Álava Bus, que recorre Rioja y Alavesa, no este adaptado para este colectivo, al igual que sucede con las piscinas del entorno de Navarridas.
Javier necesita el certificado entre otras cosas para poder adaptar su coche y con ello poder seguir desplazándose libremente y continuar sus estudios, también para participar en las competiciones que llevan a cabo el club deportivo para la integración de las personas Zuzenak, donde acude hacer diferentes entrenamientos pero no puede participar en ningún partido por no tener la minusvalía reconocida, al igual que tampoco tiene derecho a una plaza reservada de aparcamiento, ni a pedir un piso adaptado o las ayudas para llevar a cabo las obras para aclimatar en el que vive ahora, ni a que las tiendas le apliquen el 4% de IVA en los instrumentos que necesita para su día.
Aunque en su caso ha tenido suerte, si es que se puede llamar así, de que su padre trabaja en una constructora gracias a ello han podido conseguir adaptar la vivienda lo máximo posible, y que sus amigos tienen coche por lo que le ayudan cada semana a moverse por el pueblo, llevándole incluso en volandas cuando es necesario, como en los ensayos de la Banda de Elciego.
Pero es una pena que la burocracia no entienda de necesidades y en vez de ayudar parece que quiere poner más zancadillas, o así se lo hacen sentir a Javier y sus padres.
